Theresa Wallach

Teresa Wallach nació el 30 de abril de 1909 en Londres, Inglaterra y se crió aprendiendo a manejar motos en contra de los deseos de los padres. Ella compitió en pruebas de trial, scramble y carreras de ruta. En 1928 ganó una beca para estudiar ingeniería en lo que hoy es la Ciudad Universitaria de Londres.

Brooklands era un circuito de velocidad situado al suroeste de Londres. Inaugurado en 1908 y cerrado en 1939 al comenzar la WWII, fue el primer circuito construido expresamente para ello. Con sus 4,43 km de longitud, este circuito oval peraltado acogía diversos eventos automovilísticos y motorísticos, Grand Prix (la F1 de la época), pruebas de resistencia y de velocidad, para disfrute de aficionados. Hoy en día Brooklands alberga varias empresas del motor, un aeródromo y un museo, así como parte del trazado original de la pista.

La BMCRC (British Motor Cycling Racing Club) celebraba carreras en las que concedía la "Gold Star" a quien completara una vuelta a mas de 100 mph. en su motocicleta, todo un reto para pilotos y máquinas en las primeras décadas del siglo XX

Aunque en un principio no se les dejaba competir, sólo 3 extraordinarias mujeres acreditaron la Gold Star en Brooklands: Florence Blenkiron, Beatrice Shilling y Theresa Wallach.

Beatrice Shilling fue una reputada ingeniera aeronáutica cuyas mejoras en la carburación de los motores Merlin de los cazas Spitfire para compensar la gravedad negativa fueron determinantes en los primeros años de la WWII.

En 1939 Theresa ganó la codiciada Gold Star en Brooklands. En su biografía Francis Beart, el preparador estrella de Norton recuerda que Teresa entró en su taller en Brooklands y preguntó si podía pedir prestada una Norton Internacional  de 348 cc para el encuentro de carreras de los fines de semana siguientes.

Él le dijo que le costaría cinco libras, que ella no tenía pero se las arregló para pedir prestado. Cuando llegó el día llovía a cántaros, pero su vuelta fue cronometrada en 101.64 mph - para gran disgusto del conductor estrella de Beart, Johnny Lockett, que nunca había podido dar mas de tres vueltas! Teresa fue una de las últimas Gold Star entregadas antes que Brooklands fuera cerrada al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Durante la guerra se convirtió en la primera mujer piloto de expedición en el ejército británico y pasó 7 años en servicio activo.

Después de la guerra pasó dos años y medio recorriendo los EE.UU., México y Canadá con sólo una motocicleta, una bolsa de dormir y todo lo que cabía en las alforjas. 32.000 millas y 18 puestos de trabajo más tarde (desde mecánico de aviones a lavaplatos) su motocicleta fue exhibida en una exposición de motocicletas en Nueva York.

Teresa regresó a Inglaterra, pero antes de un año estaba de vuelta en los EE.UU. y establecía un negocio de venta, mantenimiento y reparación de motocicletas británicas, principalmente Norton y Triumph. También la primera única mujer a poseer y operar su propio negocio de motocicletas. También dio clases de conducción de motocicletas y en 1970 publicó su libro "La conducción de motocicletas fácil"

La década de 1970 vio un descenso en su negocio debido a la llegada de las máquinas japonesas en el mercado y en 1973 se mudó a Phoenix, Arizona a abrir una escuela de conducción de motocicletas.

Fue fundadora y vicepresidenta hasta su muerte de la WIMA (Asociación Internacional de Mujeres Motoristas).

Como nunca fue propietaria de un automóvil ella continuó montando motos, hasta los 88 años de edad cuando problemas de la vista la obligaron a renunciar a su licencia. Theresa mantiene un interés activo en WIMA hasta su muerte en 1998 a los 90 años. Una mujer verdaderamente notable.

En sus propias palabras: «Cuando vi por primera vez una motocicleta recibí un mensaje de ella. Fue como un sentimiento, el tipo de cosa que hace que rompamos en lágrimas al escuchar una pieza de música o nos quedemos absortos y en pie delante de una obra de arte. El motociclismo es una herramienta con la que se puede lograr algo significativo en la vida. Es un arte»

El viaje

Florence y Theresa se conocieron en las pistas de Brooklands. Florence, gran aficionada al automovilismo y al motociclismo, fue la primera mujer en conseguir la Gold Star en 1934.

El padre de Theresa había sido ingeniero en África y ella se enamoró de las historias, libros y objetos que su padre, topógrafo miembro de la Sociedad Geográfica, coleccionaba de sus viajes por África.

En una ocasión Florence comentó con Theresa que sentía que su mejor amiga hubiese emigrado a Sudáfrica, y deseaba visitarla. Theresa le propuso hacerlo con ella en motocicleta. Era una locura, pero Theresa insistió en ello hasta que aceptó.

En 1934 ningún vehículo a motor había cruzado aún todo el continente africano. Ellas tuvieron la audacia de querer ser las primeras en intentarlo, siendo mujeres y venciendo muchos prejuicios y convencionalismos de la época.

Buscaron patrocinadores y les costó conseguirlos. Los fabricantes no querían ver sus productos asociados con un mas que probable fracaso que casi todos auguraban. Su determinación recibe el apoyo de la influyente Lady Astor y del as de la velocidad Sir Malcolm Campbell (el del “Pájaro Azul”), otro asiduo de Brooklands. Theresa no obstante se empeña en su aventura, en la que comprometerá prácticamente todos sus recursos económicos.


Theresa Wallach en una motocicleta BSA, ella fue dueña de su propio negocio de venta y service de motos Británicas

La asociación de constructores británicos tenía prohibido ceder motocicletas para este tipo de desafíos, muy en boga en los años 20 y 30, época dorada del desarrollo de la automoción. Tras una mala experiencia de un fabricante con un aventurero al que abandonó a su suerte tras varias averías, y que amenazó con el desprestigio público de la marca, se tomó dicha decisión.

Su proyecto logra convencer a los directivos de Phelon & Moore, fabricante que estaba fuera de la asociación por desavenencias con ella. Constructor de prestigio, había tenido contratos con el ejército en la WWI. Eligen el Panther 600 "Redwing", monocilíndrica muy robusta y potente, adecuada para tirar de un sidecar.

P&M adapta y refuerza la moto, bautizada “Venture”, para las duras condiciones del desierto, y se le añade un remolque-tienda de campaña en el que llevarán pertrechos.


El Panther Redwing Model 100 moto que usaron Wallach & Blenkiron estaba equipado con horquilla Webb extra servicio pesado, rayos de ruedas de mayor grosor, guardabarros mas anchos para poder colocar neumáticos de auto Fort Dunlop de 3.5 pulgadas, y un sillín de acompañante Moseley block. El sidecar era un Watsonian standard model Touring con elásticos largos y para servicio pesado atrás y resortes en el frente.

África no iniciaría hasta finales de los años 50 su proceso de descolonización, y en la época su parte occidental y ecuatorial era en su mayor parte administrada por Francia, y la parte oriental por Inglaterra. La Unión Sudafricana era ya desde 1931 un estado independiente.

Tras conseguir los permisos pertinentes de la administración francesa en París, ya que las primeras etapas del viaje atravesaban sus territorios, parten de Argel el 26 de Diciembre de 1934, teniendo por delante atravesar 2000 millas parando en 6 oasis con guarniciones de la Legión Extranjera francesa, ubicados en pleno desierto del Sahara.


En estas duras etapas, los comandantes de cada puesto imponían un plazo concreto para que completaran cada recorrido, máximo de 6 días, antes de poner en marcha una costosa operación de rescate que deberían votar. Las etapas mas duras y largas, desde Tamanrhasset hasta Agadez, las deben hacer sin el sidecar por orden del comandante del puesto de Tamanrhasset, ya que atraviesa la cordillera Hoggar Massif en cuyas estribaciones la ruta atraviesa grandes dunas de arena blanda. Esa ruta hacía apenas diez años que había logrado abrirse para vehículos a motor. Y las dos aventureras ni siquiera habían incluido una brújula en su equipaje…

El avance es penoso con innumerables estancamientos en la arena. El Panther finalmente se rompe a unos 100 km de Agadez; el sobrecalentamiento hace que el rodamiento de la biela se parta, y se quedan tiradas en pleno desierto. Una tribu tuareg les socorre y acceden a remolcar la moto con la ayuda de un caballo, hasta Agadez, donde llegan justo antes del plazo dado por las autoridades. Un mes después llegan las piezas del motor desde la fábrica en Inglaterra, metidas en una caja de whisky (“…disculpen que hayamos tenido que vaciar el contenido original…” –decía la nota con las instrucciones de la reparación). Reparan y reanudan el viaje, ya con el remolque, que había llegado a lomo de un autobús.

En Kano, Nigeria, protectorado británico, acaban las condiciones del desierto y afrontan rutas con más vegetación y agua. Avanzan hacia el este por las llanuras del Chad, cruzando innumerables ríos con barcazas, y soportando inundaciones, barro, y a su vez contactando con tribus y observando por primera vez fauna salvaje. También soportan calor y mosquitos en un territorio en cuarentena por la fiebre amarilla. En Chad se parte la rueda delantera por sobreesfuerzo, obtienen ayuda de un poblado cercano y un providencial camión les lleva a ellas y su remolque a una cercana Misión protestante desde la que envían la rueda a reparar para tras varios días recuperar su vehículo y continuar el viaje hacia Centroáfrica, el Congo, Uganda y Kenia.


Las aventureras Theresa Wallach & Florence Blenkiron en Africa junto a su Panther 600cc equipada con sidecar y un trailer de 1,80 x 1,20 metros.

En el Congo conocen la jungla y atraviesan varios poblados bantús, visitan a los pigmeos y ven como trabajan los elefantes. En Uganda, ya territorio británico, pueden admirar a los gorilas y son acogidas y visitan una plantación de té. Kenia les muestra jirafas, cebras y rinocerontes, y admiran la estampa nevada de las grandes montañas africanas, la cordillera de Ruwenzori donde está el Kilimanjaro. En el camino se acaban acostumbrando a atropellar numerosas serpientes...

En las poblaciones más importantes son agasajadas en varias ocasiones por la administración colonial o asociaciones locales, que cuando pueden les ofrece refugio, una cama y una ducha, y una buena revisión del vehículo. Otras veces pagan por un albergue de mala muerte o directamente duermen al raso o en su remolque.

La montura se porta bien, aunque se les rompe la dínamo y varias etapas nocturnas las hacen casi a oscuras. Para evitar las horas de más calor deben hacer parte de algunas rutas de noche, con temor de tener algún encuentro desagradable con la fauna salvaje. En otra ocasión perdieron el remolque sin enterarse hasta varios kilómetros mas tarde, dando la vuelta para buscarlo.

Hay otra anécdota muy divertida en uno de los oasis de las primeras etapas. Resulta que encargan al panadero de la guarnición unas hogazas de pan, para lo cual tienen que encargarle la cantidad de harina en peso. Se enredan con las medidas de peso (libras a kilos y todo eso) y resulta que el panadero les hace pan como para todo el pueblo, montones de hogazas. Las tienen que cargar todas en el sidecar ("...parecíamos y olíamos como una boulangeríe...") pero al de cuatro días tienen toneladas de pan duro que se hartan de comer.  No vuelven a encargar mas pan, y por ello deciden que el arroz es fácil de transportar y elaborar.

Su dieta se basa mucho en arroz, fácil de transportar y de preparar, aunque nunca falta el británico té.
Durante la ruta ellas se encargan de todas las reparaciones, innumerables pinchazos, engrase, etc. Theresa es ingeniera y ambas son muy competentes en cuestiones mecánicas. Los problemas con el sistema métrico los volvieron a tener cuando en el desierto tienen que “canibalizar” los restos de un coche que yacen en la arena para hacer una arreglo para reforzar el enganche del remolque. Resulta que sólo llevaban un juego de llaves de métrica en pulgadas, incompatibles con las tuercas de métrica decimal


Atravesando Tanganyka, hoy Tanzania, el único coche que se encuentran en días de ruta sale de una curva ciega e impacta contra el sidecar, afortunadamente con daños leves. Pueden soldar y reparar en una aldea cercana, y siguen adelante.


En Rhodesia vuelve a aparecer la arena y el polvo, están bordeando el desierto del Kalahari, atraviesan numerosos poblados Bantús, y la montura sufre, con numerosos pinchazos y roturas del cable de aceleración que les deja tiradas en territorio de leones una noche hasta que reparan la mañana siguiente. El motor se queja y gotea aceite, el embrague está en las últimas y sellan con chicle fugas del depósito.

Llegan al antiguo territorio del doctor Livingston; el alcalde de la ciudad que lleva su nombre les sirve de anfitrión para visitar las impresionantes cataratas Victoria y se admiran de su tremendo espectáculo.

Rhodesia del Sur les abre el paso a Sudáfrica, donde deben atravesar con permiso de los guardas el Parque Nacional Kruger, vetado para vehículos descubiertos. Las condiciones de la ruta mejoran, por suerte para su fatigada máquina. Llegan a Pretoria y son agasajadas por motoristas locales. Visitan la mina de oro de Witwatersrand, una de las más profundas del mundo, pero también comprueban horrorizadas la terrible realidad de las “ciudades blancas” y el apartheid cuando llegan a Bloemfontein.

Su llegada a Ciudad del Cabo el 29 de Julio de 1935 es todo un acontecimiento social, son recibidas por una multitud y por las autoridades en el edificio del ayuntamiento y la prensa internacional se hace eco de su hazaña. Tras siete meses y más de 12000 kilómetros, lo han conseguido.

Pero tras completar su épico viaje no todo es vino y rosas. Surgen roces entre Theresa y Florence por las distintas expectativas respecto al mismo, y a Theresa le surgen dudas sobre posibles acuerdos previos de Florence a sus espaldas con algunos patrocinadores. Theresa siente un tremendo vacío emocional que le impide realizar el planeado viaje de vuelta con un Panther nuevo con sidecar, el Venture II que les había sido enviado, y finalmente embarca sola hacia Inglaterra con la excusa de una enfermedad, deprimida y arruinada.

Florence busca sustituta para Theresa y al no encontrarla emprende el viaje de vuelta en solitario con el Venture II, esta vez sin sidecar, en un no menos épico viaje que transcurre sin grandes contratiempos hasta Kano, Nigeria. Allí las autoridades le impiden cruzar el desierto sola, y debe resignarse a abandonar y a ser remolcada por el bus del desierto hasta Argel.

Al contrario que Theresa, que llevaba un meticuloso diario, Florence nunca lo hizo, y exceptuando el relato que hizo de su viaje en solitario en una conferencia pocos meses tras su vuelta, lamentablemente no ha quedado evidencia escrita del mismo.

Ambas mujeres no volvieron a encontrarse nunca más desde su separación en Ciudad del Cabo en 1935. Ambas sirvieron en la guerra vinculadas en distintas unidades mecanizadas, y Theresa continuó su vida aventurera en 1947 cuando emigró a Estados Unidos y realizó un viaje de dos años y medio por su territorio en su Norton 500. Después se estableció en Chicago donde abrió un taller-concesionario de motos británicas, y fundó una escuela de conducción que dirigió hasta ser septuagenaria.

Florence Blenkiron se casó y vivió varios años en la India, pero al enfermar su marido regresó a Inglaterra, donde murió en 1991, en estado de invalidez. Theresa había intentado sin éxito contactar con ella en 1986 para preparar el manuscrito del libro “The Rugged Road”, que relataba su fantástico viaje cruzando África.

Theresa Wallach murió en 1998, sin llegar a ver su libro publicado y sin haber llevado a cabo su proyecto de preparar el manuscrito con el relato de su viaje por Estados Unidos.

Si quieren conocer en detalle la historia, les recomiendo el libro de Theresa “The Rugged Road”, libro del que lamentablemente no existe traducción al castellano…

Theresa también filmó varios momentos del viaje, de los que hay editado un DVD. En Youtube se puede ver un fragmento.